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kamala in Patmos

Al zafar yafar

Esta noche, Ópera

Esta noche, Ópera
Bueno, en esta noche de insomnio -sí, otra vez- he escrito ésto, pero blogia tampoco me dejaba colgarlo. Aquí está.

No puedo dormir. Esto es desesperante... Dentro de menos de tres horas me tengo que levantar, y yo, con los ojos como platos.

Dando vueltas en la cama, estaba acordándome del viaje a Budapest. Bueno, en realidad se trataba del viaje de ecuador, y visitamos también Praga. Fue genial, es algo que nos marcó a todos.

Sé que dije un día que hablaría de cada ciudad y lo colocaría en el apartado de Al zafar Yafar –viajar es la victoria- pero como me conozco, prefiero ir contando cosillas, a trozos, en lugar de hacerlo del tirón. Digo que me conozco, y es que me gusta contarlo todo al detalle, y me enrollo como las persianas, así que poco a poco es mejor, así se saborea cada parte.

El viaje comenzaba en Praga, y al cuarto día viajábamos a Budapest en autocar. Madre mía, nos tiramos ocho horas ahí metidos, con un conductor alemán (¿?) y la distancia no era muy grande, unos 600 km y sin un alma en la carretera. Me acuerdo que atravesamos Austria, y fue muy bonito, me recordó a Heidi.

Llegamos de noche, y nuestro hotel estaba en Pest. Ahí me enteré que el río Danubio dividía a la ciudad en dos, Buda y Pest. Creo que al principio me decepcionó, pero quité ese pensamiento rápidamente de mi cabeza, porque me había ocurrido lo mismo al llegar a Praga. La ciudad de noche, el olor extraño, la gente (o más bien su ausencia por la calle) rompieron un poco la ilusión que llevaba, pero todo cambió a la mañana siguiente, así que, decidí no juzgar nada, hasta no haberlo visto con la luz del día.

Nos fuimos a dar una vuelta por el centro. Cogimos un autobús, pero perdimos mucho tiempo en hacernos entender, allí la gente no habla inglés apenas, y el húngaro lo entienden pues eso, los húngaros porque lo que era nosotros... Tomamos el metro también, y las escaleras iban muy muy rápidas. Pensamos que la gente mayor tendría que hacer malabarismos para lograr subir ilesos... y con esas cosillas, nos íbamos riendo.

Al llegar, vimos poco, estaba todo cerrado. Sólo buscábamos algún sitio para tomar algo y terminamos en un irlandés cercano a la Catedral –de la cual nos percatamos al día siguiente, a esas horas poco veíamos y no llevábamos mapas-. Ya sabéis que se sale de España y los bares escasean, y aquel no nos disgustó.

A la vuelta, cogimos un taxi. Allí, como ocurría en Praga, se tiene que acordar el precio de la carrera en lugar de ir por contador. No sé si es mejor o peor, porque se suelen aprovechar de los turistas, pero aún tomándonos el pelo, no resultaba muy caro –no como aquí, que parece un atraco a mano armada-. Claro, como fijas el precio, al taxista le conviene ir rápido, y yo... creía que volaba. Íbamos todos callados –me apuesto el cuello a que rezando- y cruzamos en un periquete el río. Yo lo vi y casi le dije adiós con la mano, pensando tristemente que iba a morir en un accidente de tráfico fuera de mi tierra. ¡Ay madre! llegamos sanos y salvos, pero no sé cómo.

No me acuerdo qué hicimos al llegar al hotel. Creo que sacar alguna cosa de la maleta, e irnos a las habitaciones a tomar algo de las provisiones. A la mañana siguiente nos levantamos muy tarde, estábamos matados. Ya llevábamos cuatro días de viaje por Praga y acumulando sueño.

Hoy intentando dormir, me he acordado de la ópera. Era justo de eso de lo que quería hablaros. Si algo tiene de bueno el viajar con otras personas, son las cosas que se les ocurren, y este fue un ejemplo de ello, porque yo creo que nunca me hubiera metido a ver una actuación en un país extranjero sin conocer el idioma, y algunas chicas tuvieron esa idea. ¡La ópera! sonaba estupendo, y Budapest era tan barato que ni nos planteamos el no ir (nos costó poco más de 9 €).

Representaban “Otelo” y el teatro era tan bonito que nos animamos enseguida. Ya pensábamos qué nos pondríamos de ropa... teníamos todo bajo control con el horario... y encima lo veríamos en un palco. Yo ya me veía a lo “Pretty woman”, eso que dice que... o te encanta, o la odias. Yo por supuesto, iba a adorar la ópera, ¡vamos, faltaría más!

Pero no... Ay, qué pena, la disfruté poco. Yo estaba muertecita de sueño, y no me enteraba de nada. Como llegamos tarde, nos tocó quedarnos de pie, y como estábamos en un palco lateral, nos teníamos que inclinar para poder verlo bien. Las entradas ya estaban prácticamente vendidas, así que nos separamos de dos en dos. A mi me tocó con Gatita y no parábamos de cuchichear, en un intento de enterarnos de algo.

Miento, había un asiento libre, pero yo estaba alucinada con él, porque si te sentabas, quedabas totalmente de lado al escenario, con lo cual, te partías el cuello girándolo a la derecha para verlo. Aunque me dio igual, porque como estaba muerta de sueño –el león de la metro goldwyn mayer abría menos la boca que yo, jajajajaja- se me cerraban los ojos, ellos solitos, y como el asiento no tenía respaldo, la cabeza se me iba para todos los lados... En una de las cabezadas pensaba que me quedaba sin cuello.

En el intermedio, decidimos preguntarle a un señor que compartía con nosotras el palco –el cual se lo debió de pasar estupendamente, porque en los intentos que hacíamos por ver, nos pegábamos bastante a sus cabezas jajajajaja, y como somos altitas, imaginad qué parte de nuestro cuerpo rozaba con sus cabezas. ¡Habéis acertado, chicos listos!-. Nos estuvo contando un poco de la obra y nos preguntó que de donde éramos. Le dijimos que españolas, y él, todo sorprendido, nos desveló que la representación estaba en italiano. Mira, debía ser un italiano muy raro... porque yo no entendía nada...

Después de la ópera, salimos a cenar a un italiano. El sitio era muy acogedor, y supongo que de lo más chic de Budapest. Era más caro de lo normal, pero para nosotros barato, y estaba decorado con cuadros de muchos colores.

Otro día sigo contando, me dejo el momento en el que me enamoré de aquel lugar, y por eso tal vez, lo prefiero a Praga. Lo que más me gustó de las dos ciudades fue el tranvía. De verdad, es algo que me fascina, verlo por la calle, con sus pasajeros... observando los detalles desde uno de sus asientos... es algo que no olvidaré.

Un beso, voy a aprovechar dos horillas de sueño, que como dice mi madre ¡mañana, verás!.