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kamala in Patmos

Tenía que decirlo

El tiempo

El tiempo

Si juntásemos todo el tiempo que hemos empleado en nuestra vida esperando... algunos llegaríamos a años.

Otros dicen, que se puede aprovechar ese tiempo de espera, en hacer otras cosas. Pero los impacientes como yo, sólo esperamos y esperamos para que cuando llegue, no nos pille desprevenidos.

¿Dónde se va todo ese tiempo perdido?

Sábado sabadete

Sábado sabadete

Hoy estoy de buen humor, y no sé porqué, pero me alegro.

He descubierto el blog de un chico gay, pero no puedo comentar los blogs de ya.com. Me pone enferma, porque lo dejo para hacerlo desde el ordenador de la facultad, y cuando llego ya se me olvida lo que he leído... El caso es que me parto con lo que cuenta.

Leyéndole me he puesto a pensar en el fin de semana pasado (no me preguntéis por qué). Me quedé con ganas de contarlo pero mi tristeza de los días anteriores no me dejó. Como os dije, me fui con unas amigas a ver unos monólogos. Es un local bastante conocido, de allí han salido algunos famosetes de Paramount Comedy, pero los que actuaban ese día, no nos sonaban de nada.

El primero en actuar fue un chico de los típicos que me gustan físicamente. Mientras decía sus gracias, yo me reí, pero interiormente estaba un poco decepcionada. Pensaba que al estar viendo el espectáculo en directo, las risas iban a ser descomunales, pero no.

Cuando terminó, dejaron unos veinte minutos de descanso antes de la siguiente actuación. El chico se quedó por ahí, cerca del público. Entonces me entraron ganas de acercarme a decirle algo. No sé, no paraba de mirar hacia nuestra mesa (éramos cuatro chicas) pero fijándome un poquito me di cuenta de que no miraba al conjunto, sino a MI, porque lo hacía directamente a los ojos.

Parece que me dio valor para acercarme, me estaba llamando con la mirada. Así que me aproximé:

- Hola.
- Hola.
- Lo has hecho muy bien...
- ¿Si? ¿Te ha gustado?
- Sí...
- Gracias.
- Te quería preguntar... blablabla...

El chico me contó su vida, y mientras tanto metía alguna cosilla que me hacía reír. Entre los nervios que tenía, mi risa andaba floja (intentaba mostrar naturalidad, más que nada porque me revienta que los chicos piensen que quiero algo con ellos, parece que les sube el ego y te miran con cara de superioridad)(a ver... no siempre ocurre así, que os veo venir). Enseguida salía a escena el siguiente humorista, y al despedirnos me pidió dos besos "bueno, me darás dos besos" y yo contesté "si claro" (tan encantada...). Por cierto, nunca he hablado de besos, pero este chico los da perfectos.

Con el nuevo chico fue con el que creía que me daba algo. No paraba de reirme, porque me hacía mucha gracia. Pero a la vez me daba un poco de penilla porque con el anterior no nos habíamos reído tanto, y él estaba ahí viendo la actuación de su amigo y no sé qué podría estar pensando... (seguía mirándome...).

Todo ésto lo contaba por algo. Cuando les dije a mis amigas que me apetecía hablar con él, me animaron a hacerlo. Cuando volví al asiento, me preguntaron que qué me había contado y vi que una de ellas me miraba con una cara de... no sé... me echó esa mirada tan típica entre mujeres (y que los hombres no notáis) que revela cierta envidia? rabia? celos? jeje, no sé, pero a mi me hizo sentir ESTUPENDAMENTE... jajajajaja. Sin embargo no dije nada, yo me mantenía lineal, como si para mi hablar con él no hubiera significado nada.

Sé que se trataba de celillos porque el resto de la noche la chica no paró de hablar de él. A lo mejor salía otro tema de conversación, y ella volvía. Y ya, claramente dijo que le hubiera gustado hablar con él. Y me dijo directamente a mi, que teníamos que volver. Aquí yo estaba hinchada, vamos, que no cabía en mi. Diréis que soy mala, pero no me negaréis que no gusta gustar. Y más si vas con otras personas de tu mismo sexo y eres tú quien destaca. Y más si estamos viendo un espectáculo lleno de gente y te mira a ti entre la multitud...

Yo la noche del sábado, estaba hecha una torera. No sé. Apenas me había arreglado, y esa prueba es infalible. En serio chicas, hacedme caso. No os arregléis un sábado por la noche, pero salid a tomar algo. Si encima tenéis los ojillos tristes por "motivos que no vienen al caso", ese día ligáis. Pero fijo. Lo tengo comprobado. En los siguientes lugares donde estuvimos, todas las miradas venían a mi. Yo ya preocupada, pensando en si tendría algo raro en la cara jeje.

Y nada... que a veces estas cosillas sientan muy bien al cuerpo jajajajajaja.

Cuando estalla la tormenta

Cuando estalla la tormenta

Mi hermana y yo somos muy diferentes. La noche y el día, dice mi padre. Ella es muy alocada, yo más serena. Siempre es muy puntual, yo tardona. Es oler la cama, y ya está dormida. A mi el insomnio me persigue desde toda mi vida. Más cariñosa que yo. Más quejica. En genio no me gana, a mi lado es una santa. En fin, muchas cositas.

Pero hoy hemos coincidido en algo. Al llegar a casa, se han caído varias estanterías con mis libros. Y ha sido el detonante para que las dos nos pusiéramos a llorar. Mi madre trataba de calmarnos pero a la vez nos regañaba por que esa tontería nos hiciera ponernos así. Ha durado poco la llantina, pero la casa se ha sembrado de un silencio sepulcral.

Decía que hemos coincidido, porque a las dos nos pasaba algo que no tenía nada que ver con los libros, pero ha sido la excusa perfecta para dejar salir en forma de lágrimas, eso que nos estaba comiendo. Sé, porque la conozco, que se trataba de alguna otra cosa, pero no sé el qué. Como yo tampoco estaba muy bien, he preferido no decirle nada, y esperar a que pasen unos días para preguntarle.

¿Y qué me pasaba a mi? varias cosas que se acumulan... y lo que ocurre en estos casos es que al final se hace un cocktel explosivo que pobrecito el que le pille delante. Hoy le ha tocado a mi madre, pero a los cinco minutos me he acercado a pedirla perdón.

El fin de semana ha sido como esperaba. Lo he pasado genial, pero sólo en el intervalo que va desde el sábado por la tarde (a eso de las seis) hasta el domingo (sobre las once de la noche). Esos momentos han estado plagados de risas. El sábado estuve en un local escuchando monólogos, y me tenía que tapar la boca de la risa que me daba. Me quedaba a veces sin respiración. Y el domingo quedé con algunas amigas para celebrar un cumpleaños.

Todo estaba saliendo, dentro de mi cabecita, de maravilla. Dejando viejos fantantas a un lado, e intentando disfrutar. Y no me lo impidió ni la lluvia torrencial del sábado por la noche ni el frío que hizo al día siguiente.

Pero cuando llegué a casa el domingo... ¡vuelta a las andadas! y ¡venga a discutir! Y todo para no arreglar nada. ¿De qué sirve discutir sobre un tema que no encontramos solución? y más cuando se trata de explicar lo que uno siente o deja de sentir. Lo que se dijo hace tiempo y lo que se pensó en un momento determinado. Yo me iba encendiendo por minutos. Cada vez peor... Hasta que, ya tarde, me fui a la cama.

Después de esa discusión, no pude dormir. Y yo lo sabía. Estaba muy nerviosa, porque siento impotencia cuando no me entienden y encima no puedo hablar cara a cara con esa persona. Mientras conciliaba el sueño, pensaba en las mil cosas que le gritaría, y a la vez trataba de dejar de pensar en eso porque si no, no hubiera podido dormir en toda la noche. Y también fastidiada, porque me había quedado un buen sabor de boca de todo el fin de semana y se estropeó en una hora y media.

Hoy, otra vez de día. Clases. Lunes. Me levanto con una maldita frase en mi cabeza "la miro y no dudo nunca". Hace aún más frío que ayer. Pero en clase, con los compañeros y algunos amigos, me encuentro bien. Una amiga, que se lo ha tomado más en serio que yo, ha aprobado todo, y si le va bien, terminará la carrera en junio. Yo no. Espero a septiembre. Me acerco a ver un examen que suspendí, pero quería comprobar la nota. Y... esa parte, la tengo aprobada. Es largo de contar, pero algo me pasó en diciembre con una profesora (malo, claro) y hoy, se ha vuelto a remover todo aquello, porque si no hubiera pasado eso, probablemente habría aprobado también.

Así que, con un cielo que hace juego con mi estado de ánimo, he llegado a casa. Decidida a ponerme a estudiar para tener mi mente ocupada en otras cosas. Hasta que ha pasado eso de los libros y me he puesto a llorar. Y por cada lágrima, sabía que dejaba salir todas esas cosas. Ahora, aunque me duele un poco la cabeza y estoy seria, no tengo ese estado de nervios de anoche. Por lo menos algo bueno ha traído el berrinche, ¿no?

Bueno, un beso.

Hoy no quiero un final feliz

Hoy no quiero un final feliz

Hay muchas cosas que no me gustan del desamor. Cuando paso por estos momentos, me apetecería que todo lo de mi alrededor estuviera acorde con mis sentimientos. Y cuando no es así, pierdo el interés y en ocasiones me enfado.

Eso me ocurrió en diciembre tras ver “ojalá fuera cierto”. Es una película de amor –no del amor que me gusta a mi, pero bueno- y desde el principio se sabía que iba a acabar bien. Yo la veía casi molesta. Primero porque soy bastante realista, y la protagonista parecía un ángel. Y segundo que… aún estando con un pie casi en el más allá (nos hacían creer que la chica iba a morir), al final todo se soluciona y chicaesfelizconchico. Grrrrrrrr. ¿Esas cosas pasan en la vida real? NO.

También he leído un libro de Paulo Coelho que me encantó. Se llama “once minutos”. No lo he comentado por aquí porque me cuesta muchísimo. Dice tantas cosas que coinciden con mi forma de pensar y de sentir, que soy incapaz de ponerlas por escrito.

Acaba bien y mientras leía las últimas páginas ansiaba que así fuera, pero no podía evitar pensar que por qué no había ocurrido lo mismo en mi vida, con mi historia personal. Incluso Ojos Tristes, que se lo leyó antes que yo, me comentó que me parecía a la protagonista, y él al Pintor. Qué casualidad… Y ¿por qué siendo así no acabamos igual?

No me gusta perder el tiempo con los sentimientos. Es algo que me duele muchísimo, y se pasa mal. Supongo que nos ha ocurrido a todos los que nos hemos enamorado. Además creía que una mejoraba con la experiencia, pero no. Te enamoras exactamente igual. Con la misma intensidad, aunque la persona sea diferente. Qué cosas… eso es rarísimo, pero así me ha pasado. Por eso dicen que el amor es igual a los 15 que a los 50…

No me gusta tampoco consolarme con los libros y películas con finales felices. O por lo menos no me gusta en este momento. Pero por otro lado me recuerdan que ese final feliz puede existir. Y de eso estoy segura (creo). El mío debe de existir. Pero yo soy muy impaciente. Y tengo muy mal genio. Y cuando pasa algo que me descoloca por completo, ya no paso ni una. Y me vuelvo algo fría. Y no me quiero volver a enamorar “nunca jamás”. Y todo me cabrea. Y dejo de estar contenta. Y me convierto en una incrédula del amor. Y eso no me gusta tampoco. Porque siempre he sabido que era el fin de mi vida. Encontrar a esa persona con quien compartirlo todo.

Y voy a dejar de escribir… y me voy a poner a estudiar… Pero sobre todo, voy a dejar de pensar en estas cosas, YA.

La despedida

La despedida

Te digo adiós y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste y apasionado y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé sí te amé mucho... No sé sí te amé poco.
Pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrísa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo amarte como jamás te amé.

Te digo adiós y acaso en esta despedida
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en tí.

José Angel Buesa.

Un beso a todos, ¿cómo estáis? yo muy liada y sin ganas de escribir. Sólo me salen temas tristes, pero ya se me pasará. Por otro lado, mi ordenador aún anda mal y tengo mucho que estudiar. Aunque esto que he colgado habla de despedidas, todavía no me voy, regresaré pronto. Ciao.

Estoy negra

Estoy negra

Estoy enfadada. Hoy estoy muy enfadada. Y eso que el día no había empezado mal… Me he levantado pronto y he estado charlando con mi madre y echándonos unas risas. Después he estado estudiando, pero a media mañana me ha dado una noticia que no me ha gustado un pelo (no tenía que ver conmigo, sino con algo que le ha pasado a ella).

Algunas cosas más han ido torciendo la tarde y creo que no se va a arreglar. Además, tengo inglés y no me apetece nada.

Me molesta todo. Me molesta que Ojos Tristes haya tenido toda la mañana libre pero cuando yo tengo un rato, ya le entran las prisas para todo. Me fastidia lo falsa que es una chica, y tener que escuchar de él que “es un encanto”. Eso es que me repatea las tripas.

Ahora mismo estoy en la facultad, y la chica que se encarga de la sala de informática por las tardes, no hace más que teclear rápido, y me está poniendo HISTÉRICA.       

Tengo ganas de llorar y no sé por qué, no estoy en esa época del mes… ya es de noche, pero no llueve… el día no ha sido especialmente melancólico, pero yo NECESITO LLORAR.

Venía andando hacia aquí, pensando en mil cosas de las que escribir, pero ahora no me sale nada.

A ver… os contaré, para cambiar un poco de tema, lo del regalo del chico este. Se lo di a las 10:30. Rainbow me acababa de mandar un mensaje al móvil para tomarme un café con ella, así que, de repente, me entraron prisas por darle el regalo. Veía que se iba a echar la hora de que se fuese a desayunar y no me apetecía dejárselo a alguno de sus compañeros para que se lo dieran a su vuelta, así que… ni corta ni perezosa, me levanté del ordenador.

Al darme el carnet, me temblaban las piernas, porque no sabía si no daríamos dos besos o qué, pero mejor os reproduzco la conversación:

  • - Bueno, ya me voy (mientras me entregaba el carnet).
  • - ¿Ya no vienes más?
  • - No (aquí iba sacando el sobrecito en el que había guardado la moneda y la notita con la dirección del blog).
  • - Entonces dame dos besos…
  • - Jejeje… (sonrisa de compromiso, porque me sentía observada por uno de sus amigos que estaba a mi derecha).
  • - Que te vaya muy bien.
  • - Igualmente… (y aquí dejé el sobre encima de su mesa, intentando disimular mis nervios…).
  • - Muchas gracias… (lo dijo con sonrisa).
  • - De nada… (como un tomate, ya os imaginaréis…).

Y nada, corre que te corre salí de la sala para no ver su cara abriendo el sobrecito, pero a la salida, en la calle, pude verle –porque hay una cristalera- apoyado en una mesa y con la cabeza agachada, mirando hacia sus manos (donde seguramente tendría el regalo). No quiero acordarme de que el amigo estaba ahí justo a su lado… porque como me acuerde, me muero del corte… en fin…

Cuando llegué a mi barrio, después de ese café, me metí en un ciber a leer como loca su respuesta, y la verdad… aunque el chico un poco sosillo, me lo agradeció. Y yo ya me relajé. Me envió también un email (que no sé de donde sacó la dirección…), y así, por lo menos, no perdemos el contacto.

Durante este finde se lo he contado a varias personas. Dos se tratan de amigos cercanos, y les pedí su sincera opinión, y los dos pensaron lo mismo, que si ellos hubieran sido ese chico, habrían pensado que yo quería algo con él. ¡¡Jobar!! ¿qué pasa? ¿¿Que alguien tiene un detalle bonito y ya está pidiendo a gritos algo más?? Bueno, eso es porque no me conoce, esas cosas son muy mías…

Parece que ya ando más calmada, me he olvidado de esos temillas que me sientan tan mal –aunque la chica esta no haya dejado de teclear…-.

Habéis sido muy atentos, muchas gracias por estar aquí, a la vuelta del ordenador. Hay momentos en los que se necesitan respuestas a estas comeduras de cabeza que me traigo…

Un besito…

Un poco de todo

Un poco de todo Bueno bueno bueno… ¿habéis visto? también tengo blog nuevo, ya estoy con la otra versión de blogia, y está muy bien, mejor que la otra. Ahora me tengo que poner un poquito a investigar y modificar cosas, a ver si robo algo de tiempo.

 

Mi ordenador está peor de lo que pensaba. No sé qué pasará al final… estoy harta. Además es que nadie es capaz de decirme por qué le ha pasado lo que le ha pasado, y los técnicos, me parece que se aprovechan de mis pocos conocimientos… En fin…

Así como quien no quiere la cosa, voy a hablaros otra vez del chico de la sala de informática. Todos los días le veo a primera hora, antes de entrar en clase (para que me de tiempo a leer los correos), pero por lo general sólo cruzamos el típico hola, y ya está. Últimamente hemos hablado más, porque me siento, no en el ordenador que está a su lado, si no en el adyacente, que queda justo al lado de la pared y no hay nadie detrás, así puedo estar tranquilita sin que nadie me cotillee.

El día que se me estropeó el ordenador, le eché cara y le estuve haciendo un interrogatorio sobre qué le pudo pasar, por qué se quedó colgado y el significado de que huela a quemado. Dos o tres días después, llego a la sala y veo un cartelito que pone: “faltan 13 días”. Le pregunté que para qué y me dijo que dejaba el trabajo.

Ahora todos los días cambia el cartelito, y ya sólo faltan 5 (o sea, que se va el viernes), pero durante el tiempo que me paso en la sala, TODO EL MUNDO le pregunta por el significado del cartel. Ayer ya le dije:

- Madre mía, todo el santo día con la misma preguntita. ¿No te cansas?

- No jajaja, a ver si así alguien me trae un regalo.

- Te juro que soy capaz de venir el viernes sólo para ver si alguien te ha regalado algo. (Aquí se lo puse bien fácil, imaginaréis su respuesta, ¿no?)

-  Podrías traérmelo tú… jajaja.

Aquí sonreí, pero… la verdad es que había pensado en darle un detallito, porque el chico es muy atento siempre conmigo. Os lo cuento para que me deis alguna idea (y dádmela, no seáis así...).

Cambiando un poco de tema… Anoche estuve por ahí tomando algo, y me gustan las conversaciones que nos traemos porque hablan de futuro, (cursos para mejorar el currículum, becas, masters… y un montón de cosas más). Me anima mucho, porque hace que me entren ganas de estudiar y así librarme de las asignaturas de la carrera para continuar avanzando.

Con la tontería, acabamos en un sitio más tranquilo (parecido al de la foto)-algunas ya estábamos afónicas de tanto hablar con esa música ensordecedora-. Nos dio por recordar el último viaje a Suecia y Dinamarca. Pero sin querer, me acordé de que el otro día, aquel en el que hablé con alguien de por aquí, me dijo que mi voz era dulce. Me quedé sorprendida, porque a mi no me lo parece. Es que yo no me veo dulce, hay que partir de ahí, pero su voz sí que era melosa… El caso es que se lo pregunté ayer a mis amigos, y me dijeron que la tengo un poquito de pito (pero poco)(a mi me da rabia incluso que sea un poco, porque no me gusta nada, pero bueno...), pero decían que, definitivamente, mi voz engancha. ¡Ja! esto sí que me gustó jajajaja. Está bien, porque así la gente se mantiene atenta cuando hablo.

Esto lo he analizado. A veces noto que me paro a mitad de una frase cuando hablo, o que me aturullo con lo que quiero decir. No siempre me pasa, pero he comprobado que suele ser cuando estoy con mucha gente y les cuento algo. Hablo muy rápido porque sé que la gente se cansa de escuchar, y yo… soy incapaz de resumir lo que quiero decir. Me gusta contarlo todo al detalle, así que, suelto la frase lo más rápido que puedo, para que no se me despisten, pero a veces… me hacen confundirme. No quiero coger esa costumbre, más si me gustaría dedicarme a dar charlas y conferencias… Pero bueno, ya se verá.

Me voy a ir despidiendo, que aún me queda colgarlo. Sé que cambio un poquito cuando os hablo de mi vida cotidiana a cuando escribo en plan serio, pero si me lo pienso tanto, al final no cuelgo nada.

He pensado que a lo mejor os apetece saber algo en concreto de mi, podéis preguntar lo que queráis, y con ello haré un post (si me interesa la preguntita, claro, que sé de vuestras mentes sucias). Así que, el próximo artículo que escriba, tendrá vuestra pequeña aportación.

Un abrazo, que me he dado cuenta de que casi no os doy.

Inglis pitinglis

Inglis pitinglis
Las cinco del viernes las cuelgan muy tarde, por eso nunca las puedo hacer y no me apetece buscar algunas chulas en otros blogs, así que hoy cuento lo de inglés. Pero antes diré, que a mi coleguita de la sala de informática le queda muy poco para irse, y hoy, después de un año y pico, le he preguntado que si se llama E. Me ha dicho que sí, yo le he dicho el mío y me ha contestado, “ya”. Eso me demuestra que se había parado a leer mi carnet, cosa que nunca le he visto hacer, y eso que siempre me fijo.

A principios de octubre empecé mis clases de inglés (ni en la facultad ni en la escuela oficial de idiomas, es en una academia -esta notita es para aclarar las dudas de Marta, jajajaja-).

No es el primer año que voy, pero el curso pasado lo dejé a la mitad. Tenía muchas cosas que hacer por lo que no me quedaría apenas tiempo para estudiar. No me arrepiento, porque el grupo que me tocó no me gustó. Estaba algo incómoda en clase, la gente era repetidora y había mucho listillo por ahí, eso me cohíbe a la hora de lanzarme a hablar.

Por eso este año iba con... miedo. Aparte de las pocas ganas de ir, me da mucha pereza, y tras un año sin haberlo tocado, lo tenía medio olvidado. El caso es que cuando llegué, la clase estaba semillena, éramos ocho y conmigo ya había seis personas.

Para que os hagáis una idea de cómo es la clase, la explicaré un poco:
se abre la puerta y a la derecha está la pizarra y la silla del profesor. Frente a la puerta un gran ventanal que da a una plaza que me encanta, y en disposición de abanico, se encuentran nuestras sillas a la izquierda.

Yo me senté en uno de los extremos del abanico. La situación era algo incómoda, porque todo el mundo estaba callado. Cuando ya estaba preparada y esperando a la profesora, una chica del otro extremo me preguntó que si era yo la profe, y claro, me partí de risa y le dije que no. Fue algo así:

- ¿Eres la profe?
- ¿¿Yo?? jajajajaja, no, ¿por? (mi madre odia que digamos "por" y no "por qué" jajajaja).
- No sé... es que...
- No. Si lo fuera, no hubiera dejado estos minutos tensos de silencio... jajaja

Y bueno, aquí la gente se rió. Luego otra compañera no dejaba de mirarme, y como me sonaba su cara, le pregunté que si nos conocíamos de algo (no sabéis la de gente que me dice que mi cara les resulta conocida, ya es que me asusto). Me dijo que no, pero yo indagué y al final habíamos ido al mismo instituto. Me preguntó mi nombre y yo le dije el mío.

El resto de la clase, parecía que estaba presenciando un partido de tenis, iban de la una a otra, y después de decir nuestros nombres, les pregunté al resto.

Al momento llegó otro chico algo mayor, treintañero, y con él, la profesora. Es maja, se llama Liz (mira, ya paso de inventarme más nombres, porque veo que se me da fatal y además, me parece poco probable que den conmigo). Es rubita, me parece que de Escocia y se le entiende genial.

Al ratito llegó una chica con la que coincidí otro de los años que estuve en la academia, y me encantó, porque es muy agradable, y curiosamente también fue al mismo instituto. Se llama Maite.

Pues nada, que terminó la clase y yo tan contenta, porque me sentí muy a gusto durante toda la hora y media que duró. Con los compañeros muy bien, nos echamos unas risas y fue un rato entretenido. Me encanta cuando estoy así, porque se puede bromear y no pasa nada... (yo soy muy dada a bromear, que luego cuando lo pienso fríamente, me da vergüenza).

Considero fundamental el estar bien con el grupo, porque en las clases de inglés se habla de todo, y es mejor si te encuentras cómoda para contar tus cosillas. Por ejemplo, el otro día tuvimos que contar lo que habíamos hecho durante el fin de semana. A mi me tocó al lado de Maite, que con ella tengo confianza, pero después lo tuvo que explicar al resto, así que... allí nos enteramos todos de todo. O si no, se pregunta. Otro ejemplillo... el chico que llegó a la par que la profe el primer día, el que era mayor, se sentó cerca de mi ese día. Como eran las presentaciones, Liz nos dividió en subgrupos de tres, y me tocó con él y con otra chica que se llama Olga, e hicimos algunas preguntillas. Ella me preguntó la edad, y yo, ni corta ni perezosa, se la pregunté a Él. Jeje, tiene 35, algo mayor para mi. Dijo suprofesión, piloto (ummm piloto...) y Olga tiene 30. Yo creo que hubo feeling entre los dos, ya os iré contando cómo acaba la historia.

El resto... son majos todos, la verdad. Me llama la atención un chico, pero no sé cuántos años tiene, creo que es menor que yo. Estudia ingeniería aeronaútica (cómo suena, ¿verdad?) y parece inteligente. Además es muy majo, también gasta bromas, mira siempre al hablar, escucha, está atento... No sé. Se llama David.

Después hay otro que se llama Abraham. Al principio... su cara no me dijo nada, pero me senté a su lado para hacer no sé qué (ni se os ocurra pensar mal, esto va por los chicos) y también era muy majo, tenía sus golpes. No sé qué dijo que nos partíamos de risa... ¡Ah sí! se empezó a reír porque había una frase súper típica. Decía algo así como que los españoles siempre viajábamos en verano a Alicante o al pueblo. Como es pijín, pensé que se reía por la imagen que dábamos los españoles, pero claro, él se limpiaría las solapas pensando que no tenía nada que ver con eso, que él veranearía en Xanxenxo. Pero me equivoqué. Yo le dije que solía ir a Alicante, y él se rió, porque se va al pueblo jajajajajaja. ¡Toma ya el pijito! (tiene novia me enteré el lunes).

De las chicas... hay poco que decir. Una de ellas me cae bien, porque tiene mucho desparpajo, no se calla nada. Pero las chicas no interesan, ¿verdad? Maite y yo vamos a quedar algún día para ir al cine a ver películas en versión original, y he pensado que podríamos avisar a alguno de los chicos. Ya os iré contando.

Así que, resumiento (esa palabra está dedicada a AOH), que estoy muy contenta, aunque el otro día me pasó algo que me jorobó un poquito, pero ya lo contaré en otro momento...

Un beso.

Inglis pitinglis

Inglis pitinglis
Las cinco del viernes las cuelgan muy tarde, por eso nunca las puedo hacer y no me apetece buscar algunas chulas en otros blogs, así que hoy cuento lo de inglés. Pero antes diré, que a mi coleguita de la sala de informática le queda muy poco para irse, y hoy, después de un año y pico, le he preguntado que si se llama E. Me ha dicho que sí, yo le he dicho el mío y me ha contestado, “ya”. Eso me demuestra que se había parado a leer mi carnet, cosa que nunca le he visto hacer, y eso que siempre me fijo.

A principios de octubre empecé mis clases de inglés (ni en la facultad ni en la escuela oficial de idiomas, es en una academia -esta notita es para aclarar las dudas de Marta, jajajaja-).

No es el primer año que voy, pero el curso pasado lo dejé a la mitad. Tenía muchas cosas que hacer por lo que no me quedaría apenas tiempo para estudiar. No me arrepiento, porque el grupo que me tocó no me gustó. Estaba algo incómoda en clase, la gente era repetidora y había mucho listillo por ahí, eso me cohíbe a la hora de lanzarme a hablar.

Por eso este año iba con... miedo. Aparte de las pocas ganas de ir, me da mucha pereza, y tras un año sin haberlo tocado, lo tenía medio olvidado. El caso es que cuando llegué, la clase estaba semillena, éramos ocho y conmigo ya había seis personas.

Para que os hagáis una idea de cómo es la clase, la explicaré un poco:
se abre la puerta y a la derecha está la pizarra y la silla del profesor. Frente a la puerta un gran ventanal que da a una plaza que me encanta, y en disposición de abanico, se encuentran nuestras sillas a la izquierda.

Yo me senté en uno de los extremos del abanico. La situación era algo incómoda, porque todo el mundo estaba callado. Cuando ya estaba preparada y esperando a la profesora, una chica del otro extremo me preguntó que si era yo la profe, y claro, me partí de risa y le dije que no. Fue algo así:

- ¿Eres la profe?
- ¿¿Yo?? jajajajaja, no, ¿por? (mi madre odia que digamos "por" y no "por qué" jajajaja).
- No sé... es que...
- No. Si lo fuera, no hubiera dejado estos minutos tensos de silencio... jajaja

Y bueno, aquí la gente se rió. Luego otra compañera no dejaba de mirarme, y como me sonaba su cara, le pregunté que si nos conocíamos de algo (no sabéis la de gente que me dice que mi cara les resulta conocida, ya es que me asusto). Me dijo que no, pero yo indagué y al final habíamos ido al mismo instituto. Me preguntó mi nombre y yo le dije el mío.

El resto de la clase, parecía que estaba presenciando un partido de tenis, iban de la una a otra, y después de decir nuestros nombres, les pregunté al resto.

Al momento llegó otro chico algo mayor, treintañero, y con él, la profesora. Es maja, se llama Liz (mira, ya paso de inventarme más nombres, porque veo que se me da fatal y además, me parece poco probable que den conmigo). Es rubita, me parece que de Escocia y se le entiende genial.

Al ratito llegó una chica con la que coincidí otro de los años que estuve en la academia, y me encantó, porque es muy agradable, y curiosamente también fue al mismo instituto. Se llama Maite.

Pues nada, que terminó la clase y yo tan contenta, porque me sentí muy a gusto durante toda la hora y media que duró. Con los compañeros muy bien, nos echamos unas risas y fue un rato entretenido. Me encanta cuando estoy así, porque se puede bromear y no pasa nada... (yo soy muy dada a bromear, que luego cuando lo pienso fríamente, me da vergüenza).

Considero fundamental el estar bien con el grupo, porque en las clases de inglés se habla de todo, y es mejor si te encuentras cómoda para contar tus cosillas. Por ejemplo, el otro día tuvimos que contar lo que habíamos hecho durante el fin de semana. A mi me tocó al lado de Maite, que con ella tengo confianza, pero después lo tuvo que explicar al resto, así que... allí nos enteramos todos de todo. O si no, se pregunta. Otro ejemplillo... el chico que llegó a la par que la profe el primer día, el que era mayor, se sentó cerca de mi ese día. Como eran las presentaciones, Liz nos dividió en subgrupos de tres, y me tocó con él y con otra chica que se llama Olga, e hicimos algunas preguntillas. Ella me preguntó la edad, y yo, ni corta ni perezosa, se la pregunté a Él. Jeje, tiene 35, algo mayor para mi. Dijo suprofesión, piloto (ummm piloto...) y Olga tiene 30. Yo creo que hubo feeling entre los dos, ya os iré contando cómo acaba la historia.

El resto... son majos todos, la verdad. Me llama la atención un chico, pero no sé cuántos años tiene, creo que es menor que yo. Estudia ingeniería aeronaútica (cómo suena, ¿verdad?) y parece inteligente. Además es muy majo, también gasta bromas, mira siempre al hablar, escucha, está atento... No sé. Se llama David.

Después hay otro que se llama Abraham. Al principio... su cara no me dijo nada, pero me senté a su lado para hacer no sé qué (ni se os ocurra pensar mal, esto va por los chicos) y también era muy majo, tenía sus golpes. No sé qué dijo que nos partíamos de risa... ¡Ah sí! se empezó a reír porque había una frase súper típica. Decía algo así como que los españoles siempre viajábamos en verano a Alicante o al pueblo. Como es pijín, pensé que se reía por la imagen que dábamos los españoles, pero claro, él se limpiaría las solapas pensando que no tenía nada que ver con eso, que él veranearía en Xanxenxo. Pero me equivoqué. Yo le dije que solía ir a Alicante, y él se rió, porque se va al pueblo jajajajajaja. ¡Toma ya el pijito! (tiene novia me enteré el lunes).

De las chicas... hay poco que decir. Una de ellas me cae bien, porque tiene mucho desparpajo, no se calla nada. Pero las chicas no interesan, ¿verdad? Maite y yo vamos a quedar algún día para ir al cine a ver películas en versión original, y he pensado que podríamos avisar a alguno de los chicos. Ya os iré contando.

Así que, resumiento (esa palabra está dedicada a AOH), que estoy muy contenta, aunque el otro día me pasó algo que me jorobó un poquito, pero ya lo contaré en otro momento...

Un beso.

Bobadas varias

Buenos días chicos. Ay madre... mira que viendo el mes de septiembre, que no escribí nada, me prometí que no ocurriría lo mismo en octubre, pero llevo peor camino. Sin embargo, ahora tengo más o menos excusa, el ordenador sigue estropeado... ¡y lo que le queda!, porque ayer ya le llevamos a arreglar y la semana que viene "nos dirán algo". Ay Dios...

Tenía pensado hablaros un ratito de mis clases de inglés, que empezaron a primeros de mes, pero me he puesto a escuchar una canción que me ha enviado un amigo por email y me está dejando tan tranquilita... que no sé qué me saldrá al final.

El día ha empezado con un pie regular. Digo lo de regular, porque anoche tardé en dormirme, y esta mañana tenía sueño. Cuando salía de casa, la última canción que han puesto en la radio ha sido "baby can't I hold you tonight", que casualmente era la que estaba escuchando cuando mi ordenador decidió (sin permiso) tomarse unas vacaciones y a mi dejarme arruinada en los cibers... La radio parece que se ha contagiado con lo del pc, porque también se ha bloqueado a mitad de canción. ¡Qué mal me sienta que las dejen a medias!

Hay más motivos por los que no escribo. Por una parte, me gustaría hablar de todos los libros que he leído últimamente, que me han llamado mucho la atención, pero me debato entre dos puntos, primero, que no sé si os resultará interesante, y el segundo, es que sí me gustaría hacerlo para después recordarlos. Me da mucha rabia olvidarme de las historias que leo. Luego pienso que por qué tengo que pensar tanto si resultarán interesantes o no y... nada que... al final no escribo.

Muchas veces he empezado a contar algo sobre mis amigos, pero me parece que invado su intimidad. Pienso que si leyeran mi blog -lo cual no es del todo imposible- tal vez no les guste ver que hablo de ellos. Así que... otro tema censurado.

Ya me va quedando poco tiempo, entro ya a clase, y por lo menos quería dejaros un saludo. Sólo deciros que el martes hablé por teléfono con una persona que he conocido por aquí. Era la primera vez, y fue algo extraño, porque nos conocíamos y teníamos cosas que contarnos, pero la voz... era algo nuevo. La verdad es que me encantó charlar con ella. Me hizo mucha gracia después recordar la conversación, la de preguntas que nos lanzamos... las risas... pensar lo que me decía su voz... y alguna que otra cosa más (aquí seguro que hay uno que se pica, y no va por Ojos Tristes, jejeje).

Ahora sí que me voy. A ver si escribo más y me dejo de tonterías. La última notita es que el chico que está en la sala de informática de mi facultad se va, y a mi me da penilla. No sé si es que me he encariñado con él o es que no me gustan los cambios y él me resulta ya algo familiar... En fin, que nada es permanente, todo es efímero...

Muchos besos.

Tiempos de cambios

Tiempos de cambios
Hace unos días, Ligre me dijo que está esperando a que cuente todo aquello que me deja helada. La verdad, no sé a qué se refiere, ni sí lo dice por algo en concreto, pero todos callamos cosas. Siempre.

Creo que se avecinan tiempos de cambios. No me asustan, los espero ansiosamente, porque los últimos meses no han tenido mucho de especiales. Es bueno pararse a pensar qué es lo que no te gusta de tu vida e intentar cambiarlo, porque nadie como uno mismo sabe lo que le conviene.

Cuánto más cambian las cosas, más siguen igual. No sé quién fue el primero el que lo dijo, Shakespeare probablemente, quizá Sting pero de momento es la frase que mejor explica mi momento fatal, mi incapacidad para cambiar. No creo que sea el único...

Cuánto más conozco a las personas, más me doy cuenta de que todos tenemos ese defecto. Quedarnos exactamente igual todo el tiempo que sea posible, quedarnos sin muebles te hace sentir mejor, y si sufres, al menos el dolor es familiar. Porque si sigues esa brizna de esperanza, sales de tu cueva, haces algo inesperado, quién sabe qué otras angustias puede haber fuera. Podría ser aún peor. Mantienes tu “estatus quo”. Eliges el camino que ya conoces y no parece tan malo. No en cuanto a los defectos, no eres un drogadicto, no has matado a nadie, excepto puede que a ti mismo.

Cuando finalmente cambiamos, no creo que sea un terremoto o una explosión, no creo que de repente seamos otra persona. Creo que es más sutil. Algo que la mayoría de la gente no nota, a menos que se fije muchísimo, lo cual, gracias a Dios nunca hace. Pero tú lo notas. En tu interior ese cambio es todo un mundo y esperas que esa sea la personas que vas a ser para siempre. No tener que volver a cambiar nunca
.

Qué cierto es eso de que uno nota el cambio por dentro. Se trata de una pequeñez. A veces se cambia por alguna circunstancia de la vida en la que nos vemos inmersos, sin querer; otras porque no somos felices y nos damos cuenta de que eso sólo depende de nosotros y tenemos que hacer algo; en ocasiones se necesita cambiar para descubrir otras cosas de la vida...

Yo necesito dos cambios sutiles. Uno consiste en ganas por acabar la carrera, y el otro tiene que ver con mis sentimientos.
Los llamo sutiles porque como en el fragmento de la serie Everwood –lo escrito en cursiva- es algo tan insignificante que los demás no lo notan, pero dentro de ti surge un nuevo mundo. No sé qué es lo que ha pasado por mi mente últimamente que me ha hecho fijar esos dos cambios pero... me siento con ánimo de llevarlos a cabo y no puedo hacer otra cosa si no alegrarme. Había perdido el rumbo. Bueno, dos rumbos también. Así que cambiar para mejor, no será malo, ¿verdad?

Tiempos de cambios

Tiempos de cambios
Hace unos días, Ligre me dijo que está esperando a que cuente todo aquello que me deja helada. La verdad, no sé a qué se refiere, ni sí lo dice por algo en concreto, pero todos callamos cosas. Siempre.

Creo que se avecinan tiempos de cambios. No me asustan, los espero ansiosamente, porque los últimos meses no han tenido mucho de especiales. Es bueno pararse a pensar qué es lo que no te gusta de tu vida e intentar cambiarlo, porque nadie como uno mismo sabe lo que le conviene.

Cuánto más cambian las cosas, más siguen igual. No sé quién fue el primero el que lo dijo, Shakespeare probablemente, quizá Sting pero de momento es la frase que mejor explica mi momento fatal, mi incapacidad para cambiar. No creo que sea el único...

Cuánto más conozco a las personas, más me doy cuenta de que todos tenemos ese defecto. Quedarnos exactamente igual todo el tiempo que sea posible, quedarnos sin muebles te hace sentir mejor, y si sufres, al menos el dolor es familiar. Porque si sigues esa brizna de esperanza, sales de tu cueva, haces algo inesperado, quién sabe qué otras angustias puede haber fuera. Podría ser aún peor. Mantienes tu “estatus quo”. Eliges el camino que ya conoces y no parece tan malo. No en cuanto a los defectos, no eres un drogadicto, no has matado a nadie, excepto puede que a ti mismo.

Cuando finalmente cambiamos, no creo que sea un terremoto o una explosión, no creo que de repente seamos otra persona. Creo que es más sutil. Algo que la mayoría de la gente no nota, a menos que se fije muchísimo, lo cual, gracias a Dios nunca hace. Pero tú lo notas. En tu interior ese cambio es todo un mundo y esperas que esa sea la personas que vas a ser para siempre. No tener que volver a cambiar nunca
.

Qué cierto es eso de que uno nota el cambio por dentro. Se trata de una pequeñez. A veces se cambia por alguna circunstancia de la vida en la que nos vemos inmersos, sin querer; otras porque no somos felices y nos damos cuenta de que eso sólo depende de nosotros y tenemos que hacer algo; en ocasiones se necesita cambiar para descubrir otras cosas de la vida...

Yo necesito dos cambios sutiles. Uno consiste en ganas por acabar la carrera, y el otro tiene que ver con mis sentimientos.
Los llamo sutiles porque como en el fragmento de la serie Everwood –lo escrito en cursiva- es algo tan insignificante que los demás no lo notan, pero dentro de ti surge un nuevo mundo. No sé qué es lo que ha pasado por mi mente últimamente que me ha hecho fijar esos dos cambios pero... me siento con ánimo de llevarlos a cabo y no puedo hacer otra cosa si no alegrarme. Había perdido el rumbo. Bueno, dos rumbos también. Así que cambiar para mejor, no será malo, ¿verdad?

Tiempos de cambios

Tiempos de cambios
Hace unos días, Ligre me dijo que está esperando a que cuente todo aquello que me deja helada. La verdad, no sé a qué se refiere, ni sí lo dice por algo en concreto, pero todos callamos cosas. Siempre.

Creo que se avecinan tiempos de cambios. No me asustan, los espero ansiosamente, porque los últimos meses no han tenido mucho de especiales. Es bueno pararse a pensar qué es lo que no te gusta de tu vida e intentar cambiarlo, porque nadie como uno mismo sabe lo que le conviene.

Cuánto más cambian las cosas, más siguen igual. No sé quién fue el primero el que lo dijo, Shakespeare probablemente, quizá Sting pero de momento es la frase que mejor explica mi momento fatal, mi incapacidad para cambiar. No creo que sea el único...

Cuánto más conozco a las personas, más me doy cuenta de que todos tenemos ese defecto. Quedarnos exactamente igual todo el tiempo que sea posible, quedarnos sin muebles te hace sentir mejor, y si sufres, al menos el dolor es familiar. Porque si sigues esa brizna de esperanza, sales de tu cueva, haces algo inesperado, quién sabe qué otras angustias puede haber fuera. Podría ser aún peor. Mantienes tu “estatus quo”. Eliges el camino que ya conoces y no parece tan malo. No en cuanto a los defectos, no eres un drogadicto, no has matado a nadie, excepto puede que a ti mismo.

Cuando finalmente cambiamos, no creo que sea un terremoto o una explosión, no creo que de repente seamos otra persona. Creo que es más sutil. Algo que la mayoría de la gente no nota, a menos que se fije muchísimo, lo cual, gracias a Dios nunca hace. Pero tú lo notas. En tu interior ese cambio es todo un mundo y esperas que esa sea la personas que vas a ser para siempre. No tener que volver a cambiar nunca
.

Qué cierto es eso de que uno nota el cambio por dentro. Se trata de una pequeñez. A veces se cambia por alguna circunstancia de la vida en la que nos vemos inmersos, sin querer; otras porque no somos felices y nos damos cuenta de que eso sólo depende de nosotros y tenemos que hacer algo; en ocasiones se necesita cambiar para descubrir otras cosas de la vida...

Yo necesito dos cambios sutiles. Uno consiste en ganas por acabar la carrera, y el otro tiene que ver con mis sentimientos.
Los llamo sutiles porque como en el fragmento de la serie Everwood –lo escrito en cursiva- es algo tan insignificante que los demás no lo notan, pero dentro de ti surge un nuevo mundo. No sé qué es lo que ha pasado por mi mente últimamente que me ha hecho fijar esos dos cambios pero... me siento con ánimo de llevarlos a cabo y no puedo hacer otra cosa si no alegrarme. Había perdido el rumbo. Bueno, dos rumbos también. Así que cambiar para mejor, no será malo, ¿verdad?

Tiempos de cambios

Tiempos de cambios
Hace unos días, Ligre me dijo que está esperando a que cuente todo aquello que me deja helada. La verdad, no sé a qué se refiere, ni sí lo dice por algo en concreto, pero todos callamos cosas. Siempre.

Creo que se avecinan tiempos de cambios. No me asustan, los espero ansiosamente, porque los últimos meses no han tenido mucho de especiales. Es bueno pararse a pensar qué es lo que no te gusta de tu vida e intentar cambiarlo, porque nadie como uno mismo sabe lo que le conviene.

Cuánto más cambian las cosas, más siguen igual. No sé quién fue el primero el que lo dijo, Shakespeare probablemente, quizá Sting pero de momento es la frase que mejor explica mi momento fatal, mi incapacidad para cambiar. No creo que sea el único...

Cuánto más conozco a las personas, más me doy cuenta de que todos tenemos ese defecto. Quedarnos exactamente igual todo el tiempo que sea posible, quedarnos sin muebles te hace sentir mejor, y si sufres, al menos el dolor es familiar. Porque si sigues esa brizna de esperanza, sales de tu cueva, haces algo inesperado, quién sabe qué otras angustias puede haber fuera. Podría ser aún peor. Mantienes tu “estatus quo”. Eliges el camino que ya conoces y no parece tan malo. No en cuanto a los defectos, no eres un drogadicto, no has matado a nadie, excepto puede que a ti mismo.

Cuando finalmente cambiamos, no creo que sea un terremoto o una explosión, no creo que de repente seamos otra persona. Creo que es más sutil. Algo que la mayoría de la gente no nota, a menos que se fije muchísimo, lo cual, gracias a Dios nunca hace. Pero tú lo notas. En tu interior ese cambio es todo un mundo y esperas que esa sea la personas que vas a ser para siempre. No tener que volver a cambiar nunca
.

Qué cierto es eso de que uno nota el cambio por dentro. Se trata de una pequeñez. A veces se cambia por alguna circunstancia de la vida en la que nos vemos inmersos, sin querer; otras porque no somos felices y nos damos cuenta de que eso sólo depende de nosotros y tenemos que hacer algo; en ocasiones se necesita cambiar para descubrir otras cosas de la vida...

Yo necesito dos cambios sutiles. Uno consiste en ganas por acabar la carrera, y el otro tiene que ver con mis sentimientos.
Los llamo sutiles porque como en el fragmento de la serie Everwood –lo escrito en cursiva- es algo tan insignificante que los demás no lo notan, pero dentro de ti surge un nuevo mundo. No sé qué es lo que ha pasado por mi mente últimamente que me ha hecho fijar esos dos cambios pero... me siento con ánimo de llevarlos a cabo y no puedo hacer otra cosa si no alegrarme. Había perdido el rumbo. Bueno, dos rumbos también. Así que cambiar para mejor, no será malo, ¿verdad?